Ya no tenemos ninguna duda de que avanzar hacia una economía baja en carbono es un reto para todos los países, especialmente para los de la Unión Europea.
La descarbonización de una economía dependiente en gran medida de los combustibles fósiles implica, entre otros aspectos, transformaciones industriales y cambios tecnológicos de gran alcance, el desarrollo de un nuevo mix energético y más circularidad en las formas de producción y consumo. Dicho de otra manera, se requiere un cambio profundo y rápido de la forma en que producimos, nos movemos y consumimos. Una revolución nunca vista anteriormente, ya no tanto por la velocidad necesaria, sino por la dimensión global de la misma.
En muchos sentidos, la transición generará efectos positivos. Mejorará la calidad del aire, reducirá la dependencia energética y podría representar un gran impulso para la creación de empleo, así como una oportunidad para reforzar las capacidades tecnológicas y el know-how en la innovación ambiental. Pero para aprovechar plenamente este potencial económico, se necesita inversión y estabilidad política. Éste es ciertamente el primer valor añadido que la planificación de políticas climáticas puede ofrecer a los trabajadores: incrementar la certeza sobre el marco político y la inversión, que son los requisitos previos clave para avanzar hacia una economía baja en carbono y crear y mantener empleos de calidad en todos los sectores, incluida la industria.
Desde la perspectiva de los trabajadores, la transición remodelará profundamente el mercado de trabajo de tal manera que creará nuevos riesgos y nuevas oportunidades para los trabajadores; nuevos empleos, pero también la destrucción de algunos o la transformación de algunas ocupaciones existentes por otras nuevas, junto con la necesidad de nuevas competencias y habilidades. Ciertos sectores y regiones, especialmente los que dependen de industrias intensivas en carbono, pueden verse más negativamente afectados que otros.
Anticiparse a estas tendencias y a su impacto en los trabajadores es uno de los pilares básicos de las actividades de UGT. Debemos participar en la gobernanza climática y en la planificación de las correspondientes políticas a todos los niveles. No podemos dejar pasar la oportunidad de aumentar nuestra influencia en la política climática y demandar que la política climática vaya acompañada de justicia social.
Para el movimiento sindical, el cambio climático es un reto que pone en peligro la igualdad, los derechos y la prosperidad y que requiere que estemos involucrados para moldear una transición donde los trabajadores y las trabajadoras seamos capaces de decidir nuestro futuro.
En este sentido en la Unión General de Trabajadores (al igual que la CSI, la CES y la OIT) somos conscientes de que la crisis tiene como origen común un modelo socialmente injusto, medioambientalmente insostenible y económicamente ineficiente, incapaz de brindar trabajo decente y una vida decente para millones de personas y que además produce la degradación del medio ambiente y genera unas desigualdades inaceptables.
Hoy en día, las pruebas científicas son irrefutables. Se está produciendo un calentamiento global inducido por las actividades humanas cuyas consecuencias podrían representar una amenaza para la humanidad y causar daños irreversibles al medio ambiente si no se limita el aumento de las temperaturas mundiales por lo menos a 2°C en comparación con sus niveles de la era preindustrial.
Los efectos del cambio climático ya están aquí. Muchos estudios revelan que la región Mediterránea es una de las más vulnerables. Por ejemplo, en relación a la temperatura, en España ha subido ya 1,5ºC desde la época preindustrial, cuando el aumento de la temperatura global del planeta se encuentra en 1,0ºC. Por lo que se hacen totalmente necesarias actuaciones para adaptarnos y mitigar sus efectos.
Además, los próximos 10 ó 15 años deberán representar una era de gran progreso y crecimiento. Disponemos de los recursos tecnológicos, financieros y humanos para elevar los estándares de vida en todo el mundo, lo que necesitamos es decisión política y actitud social.
Por ello, la firma del Acuerdo de París y la plasmación del objetivo de no superar los 2°C la temperatura media del planeta ha sido considerada por la comunidad internacional como un gran avance. Pero, para poder cumplir este acuerdo, es necesario ir más allá de las actuales políticas, ya que las emisiones a nivel global siguen sin reducirse.
No hay duda de que este objetivo, sólo se alcanzará si se adoptan medidas concretas a corto plazo para cambiar los patrones de producción y consumo y si se revisan los con mayor ambición los objetivos de reducción de emisiones, especialmente de los países más desarrollados.
Esto solo lo podremos lograr a través de una transición justa en la que el progreso social, la protección del medio ambiente y las necesidades económicas se integren en un marco de gobernanza democrática, donde los derechos de las personas trabajadoras sean respetados y no se deje a nadie atrás.