Según los datos publicados hoy por el Instituto Nacional de Estadística (INE), y confirmando lo estimado por el Indicador Adelantado, el IPC del mes de marzo ha aumentado cuatro décimas respecto de febrero, con lo que la tasa anual ha repuntado dos décimas, alcanzando el 1,3%.
Por su parte, la inflación subyacente, que mide la variación general de precios descontando los alimentos no elaborados y los productos energéticos, se mantiene en el 0,7%. Este indicador, que refleja la parte de inflación de comportamiento menos volátil, y en consecuencia más estructural, lleva diez meses sin superar el 1%, reflejando un comportamiento muy estable y moderado.
Por lo que se refiere al Índice de Precios de Consumo Armonizado (IPCA), ha aumentado dos décimas respecto al mes de febrero, situándose en el 1,3%, una décima por debajo del IPC general nacional. Con ello, el IPCA de España lleva cinco meses por debajo del IPC Armonizado de la Zona Euro (que es del 1,4%).
Pese a este incremento, lo cierto es que la inflación es muy moderada, algo que resultado positivo en términos generales para la mayor parte de la población. Sin embargo, pese a esta moderación de los precios, los salarios no están ganando poder de compra como sería deseable. Siguen siendo las empresas las grandes beneficiadas de la evolución de la actividad, los precios y los salarios, mientras que la recuperación económica no termina de llegar a la mayoría de los hogares. La baja calidad del empleo generado y el escaso crecimiento de las rentas salariales están condicionando negativamente la actual fase expansiva, que se inició en 2014.
Ayer mismo Eurostat, la oficina estadística europea, hizo pública la estadística de costes laborales en el ámbito europeo, que muestra cómo los salarios en España apenas crecen. Según esta fuente, el coste laboral por hora trabajada creció en España en 2018 tan sólo el 0,9%, el tercer peor dato de toda la Unión Europea, y por debajo del aumento de los precios en el pasado año (el IPC aumentó el 1,7%, 1% el deflactor del PIB, el indicador con relevancia a efectos de la producción, el 1%). Es decir, que pese a la expansión de la actividad, los salarios siguen perdiendo poder de compra y los costes de las empresas en términos reales se siguen reduciendo.
Si se amplía el período analizado, las conclusiones son las mismas. Desde 2012, el coste laboral horario es España está prácticamente congelado: ha crecido solo un 1,4% en total, de nuevo el tercer peor dato de toda la UE. A esto se une el hecho de que los costes laborales en términos absolutos son en España el 60% aproximadamente de los existentes en Francia o Alemania, el 70% de la media de la zona euro, y el 76% de los de Italia.
Es decir, las empresas españolas mantienen una enorme ventaja comparativa en términos de costes laborales respecto de los principales países de la eurozona. Una ventaja que se está utilizando para ampliar los márgenes de las empresas, pero no para expandir nuestra posición de mercado en el exterior, para cambiar nuestro modelo productivo. Y todo ello, a costa de la calidad de vida de las trabajadoras y los trabajadores de nuestro país.
UGT reclama que los salarios crezcan en mayor medida. Para ello, las empresas deben aplicar en la negociación colectiva los criterios comprometidos con la firma del IV AENC, es decir, incrementos salariales entre el 2 y el 3%; situar el salario mínimo de convenio en, al menos, 1.000 euros mensuales; y continuar con el incremento progresivo del SMI para situarlo en 1.000 euros mes (con catorce pagas) en 2020.
Y finalmente, la derogación de la reforma laboral de 2012 sigue siendo un factor clave para corregir la situación, porque está impidiendo que la situación de bonanza de la economía general se traslade a la mayoría social que compone la clase trabajadora.