Europa está viviendo dos crisis que se solapan. Una crisis provocada el coronavirus, y otra, que más que una crisis es un escándalo vergonzoso, por la situación de las personas migrantes y refugiadas (hay que recordar que en su mayoría es gente que huye de la guerra y busca asilo) en la frontera griega. Dos crisis que se pueden ver agravadas por otra tercera: las consecuencias del Brexit.
La preocupación es evidente, y así se está demostrando este lunes en el Comité Ejecutivo de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), de la que soy vicepresidente, donde estamos debatiendo sobre estos y otros pasos a seguir, pensando en la salud de todos los trabajadores y trabajadoras, pero también en sus empleos y sus salarios, y en las consecuencias sociales, laborales y económicas de esta situación.
La frontera de Grecia con Turquía no es sólo frontera griega, sino de la Unión Europea (UE), y por eso toca a la UE mover ficha. El acuerdo con el presidente de Turquía, como denunciamos en su momento, era un mal acuerdo sometido a la voluntad de una persona tan poco de fiar como el Recep Tayyip Erdogan. El ominoso trato que se da a los migrantes se agrava ahora con las bombas de humo y gases lacrimógenos que se les arroja desde Turquía y con los que se impide su llegada a Grecia.